viernes, 9 de agosto de 2013

INTRODUCCIÓN

A continuación presentaremos una información general sobre la religión cristiana católica dentro de la cual se viven los sacramentos como fundamento del catolicismo. Nuestra doctrina y creencia:








 LOS SACRAMENTOS ENCUENTROS DE GRACIA Y LIBERTAD




EQUIPO DE TRABAJO:
ALFONSO CABRERA ALVAREZ
YEISON ALEXANDER PARRA RESTREPO


DOCENTE:
FRANCISCO ALVAREZ JARAMILLO


FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CATÓLICA DEL NORTE
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN RELIGIOSA
SACRAMENTOS
2013

LOS SACRAMENTOS ENCUENTROS DE GRACIA Y LIBERTAD














































EL SACRAMENTO, UN SÍMBOLO RELIGIOSO


Después de la época patrística la palabra sacramento, en el ámbito del pensamiento teológico y del derecho canónico, fue especializándose cada vez más hasta quedar reservada en sentido propio a los solos siete actos cultuales cristianos considerados capaces de "producir gracia".

El término sacramento pertenece de derecho al culto y a la teología cristiana. En la terminología histórico-etno-religiosa la palabra ha entrado ya para indicar "un rito que se explicita a través de signos o materias visibles y que constituye una peculiar relación con el mundo de poderes o una entrada en lo sagrado”. Tales como: Los ritos de iniciación, sacrificiales y totémicos; que desde la fenomenología e historia de las religiones, se busca la analogía con el carácter sacramental cristiano, poniéndolo como parámetro de clasificación.



Un sacramento, se funda en la sólida base de la realidad y de la experiencia y no puede reducirse la teología del sacramento a pura fenomenología del rito.

UN LENGUAJE PARA EL ENCUENTRO ENTRE EL HOMBRE Y DIOS.



El lenguaje sacramental, como lenguaje simbólico aplicado "a las cosas que se refieren a Dios" aparece como uno de los aspectos humanos que el Hijo de Dios, al encarnarse, hubo necesariamente de apropiarse. Al hacerse hombre, Dios asume todo lo humano y transmite su don de salvación y de gracia a través de los que son los canales e instrumentos accesibles al hombre.

Dios no puede hablar más que un lenguaje humano. La lengua del diálogo la impone el destinatario del mensaje. Al hacerse uno de nosotros, uno como nosotros, debió y quiso hablar como uno de nosotros, sirviéndose de nuestros instrumentos y criterios de expresión y de comunicación. Lo que tenía que decir no podía ni describirlo ni explicarlo; sólo podía anunciarlo. Para hacerlo usó la lengua de la gente sencilla y de los pobres, de los poetas y de los místicos, el lenguaje de la pasión y del amor, de la experiencia cotidiana y de la mística, el lenguaje de la oración, de la emoción, de la profecía: lenguaje alusivo, pregnante, que arrastra, hecho de símbolos y de signos, de gestos y de figuras, de metáforas y de parábolas. Un lenguaje común y universal, por estar hecho de imágenes comunes a todos, construidas sobre la experiencia de todos, tejidas con el hilo de la vida cotidiana.

Pero al asumir las palabras de todos los días y al proponerlas a quienes le escuchaban, las iba cargando de significados nuevos, de valores inéditos. Repetía los ritos religiosos de sus coterráneos y correligionarios; pero al usarlos los renovaba, convirtiéndolos en vehículos de una salvación real y perfecta.


Dios quiso darle  al hombre la única respuesta que podía apagar su sed, la única válida y verdadera, fundada en la fuente de salvación y de esperanza que el mundo conoce: la vida, la palabra, la pasión, la muerte, la resurrección, la glorificación de Cristo.

CELEBRAR LA LITURGIA EN LA IGLESIA











LOS SACRAMENTOS SON LOS SIGNOS DE LA FE.



Los símbolos sacramentales son símbolos de Cristo y en consecuencia signos de la fe. Cristo escogió para símbolos de la realidad sobrenatural sólo las cosas que tienen una interna propiedad o afinidad para ello. El agua, óleo, pan y vino; tienen la aptitud de designar lo que deben designar según la voluntad de Cristo.

En palabras de San Agustín:
"Las cosas sensibles tienen por naturaleza cierta aptitud para significar los efectos espirituales; pero esa aptitud propia y natural es determinada a significar algo concreto por institución divina”                                                                            (Suma Teológica III, q. 64, art. 2)



Lo que significan las cosas visibles de la tierra se cumple en Cristo en el pleno y definitivo sentido; Él es el verdadero pan, luz, la vida, la vid verdadera. Lo que es el pan para la vida natural, según su natural significación, es Cristo para la vida sobrenatural. Tal relación es descubierta no por la razón natural, sino por la Revelación, ya que aunque las cosas se ordenan a Cristo, ocultan a la pura razón natural su inmanente propiedad fundada e instaurada por Dios.

Si la fe es la medida para entender el signo visible, no puede ser interpretado a capricho por la comprensión de los elementos naturales. No se puede, por ejemplo, traspasar al ámbito de lo sobrenatural todas las funciones y utilidades que el agua tiene en el reino natural; en la interpretación del bautismo sólo pueden tenerse en cuenta los puntos de vista garantizados por la palabra de la fe.

Tales cosas elegidas tienen una relación con Cristo más íntima y viva que la que tienen las demás; son acogidas en el simbolismo e instrumentalidad de su naturaleza humana.

Ya durante su vida terrena incluyó Cristo en su obra salvadora ciertos objetos distintos de su cuerpo, por ejemplo, en la curación del ciego de nacimiento; subrayan y acentúan la significación simbólica de sus gestos corporales; eran en cierto modo continuaciones y ampliaciones del simbolismo salvador realizado en su naturaleza humana. Esos objetos que revelan el amor de Dios están bajo la ley de toda la Revelación: revelan a Cristo velado y encubierto y sólo los creyentes pueden entenderlos como revelación de su amor.

Un sacramento es un encuentro personal con cristo resucitado, que exige fe y sinceridad.  Un encuentro entre dos personas únicamente se hace realidad, si ambas lo desean real¬mente. Cristo siempre está dispuesto. ¿Nosotros también? A veces hay tanta frecuencia de Sacramentos, ¡y tan poca santidad!

¿Deseamos realmente el encuentro con Cristo con fe, sinceridad y la disposición de darle preferencia en todo? ¿Nos preparamos para ese encuentro? ¿O te confiesas porque tu esposa te insiste, comulgas porque "todos se van adelante", te casas por Iglesia porque si no "los otros podrían hablar", o te vas a Misa porque otros te presionan? Sacramentos recibidos de esa manera habitualmente, ¡no cambian ni salvan a nadie!.


Cuánto más consciente uno participa en las celebraciones de los Sacramentos y los vive, tanto más su vida se va a llenar de la presencia amorosa de Dios. En cada sacramento tenemos la certeza de la acción de Dios, si están realizados como Jesucristo y la Iglesia lo disponen, pero de parte nuestra tiene que estar la apertura de corazón, una participación consciente, activa y que de sus frutos.

EL SACRAMENTO: LA SALVACIÓN CONFIADA A UN SIGNO:


Jesús, el profeta de Nazaret, confió a la fuerza y a la elocuencia del símbolo gran parte de la eficacia de su mensaje. Sus discursos, están llenos de imágenes usuales y cotidianas de sus parábolas y de las semejanzas. Jesús no siente nunca la necesidad de demostrar. Se limita a anunciar, a afirmar, a ilustrar, a enseñar.

También muchas de sus acciones, como a menudo había ocurrido entre los antiguos profetas, son esencialmente alusivas, simbólicas y contienen ya en sí mismas la clave de su interpretación. Junto a estas palabras y acciones proféticas, están los gestos rituales a los que Jesús se sujeta lo mismo que todos sus hermanos de estirpe y religión (bendiciones, oraciones, imposiciones de manos, bautismos en el Jordán, banquete pascual, peregrinaciones); pero no rara vez, en sus manos estos gestos usuales adquieren un significado completamente nuevo (el pan es su cuerpo, el vino es su sangre para una alianza nueva y eterna, su bautismo no será sólo en el agua, sino en el agua y en el Espíritu).

En estos gestos, en estas palabras y en la virtud que les acompaña se contiene un mensaje que ningún discurso razonado podría expresar con la misma eficacia.

LA IDEA SACRAMENTAL EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD (RATZINGER)


Podríamos llamar sacramentos de la creación a los que brotan en los momentos decisivos de la existencia humana y dan una imagen, tanto de la esencia del hombre, como de la forma de relacionarse con Dios. En el curso de la historia, el ámbito específicamente humano y espiritual desarrolla también sus momentos decisivos, entre los cuales hay dos principales. 

El primero surge de la vivencia primitiva de la culpa. Hay, pues, una especie de sacramento de la penitencia de los tiempos primitivos de la historia humana. En las religiones de los pueblos esto desembocó en las formas más curiosas: en un culto al lavarse, a los medios de purificación, al traspaso de la culpa a animales y esclavos. Donde manifiesta un conmovedor anhelo de purificación.



Una segunda fórmula de estructura semejante a la sacramental se encuentra en el oficio de rey y sacerdote: los servicios decisivos en la comunidad remiten de nuevo al fundamento de lo humano; no se agotan en su finalidad social, sino que expresan la transparencia de lo divino en lo humano.



Mientras el primer grupo de fórmulas sacramentales en que nos fijábamos se funda en la relación entre bios y espíritu, y convierte la conexión permanente de hombre y cosmos en un signo de la unión entre lo divino y lo humano, el segundo grupo se aferra a lo propiamente humano del hombre, de donde nace su historia colectiva e individual.

En la antigua Iglesia se interpretaba como sacramentos hechos históricos, palabras de la sagrada Escritura, realidades del culto cristiano, que transparentaban el hecho salvífico de Cristo y dejaban ver lo eterno en lo temporal, presentando incluso lo eterno como la única realidad auténtica. Por ejemplo, la historia del diluvio la llaman los padres sacramento, porque en ella se hace visible algo del misterio del nuevo comienzo.


En Jesús, en la revelación del sacramento Dios ya no aparece como el misterio profundo del cosmos, sino como el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob; más exactamente, como el Dios de Jesucristo. Un Dios que vive para los hombres y que se define por su comunidad con ellos.



DIOS SE ACOMODA A NUESTRA NATURALEZA

Es verdad que la liturgia nos quiere introducir en la vivencia del acontecimiento de la salvación por medio de los ritos: "para que contemplando a Dios visiblemente, él nos lleve al amor de lo invisible" (Prefacio I de la Navidad), pero también es cierto que todas las manifestaciones de Dios han sido "humanas".

Dios quiere manifestarse desde sí mismo a los hombres. Para ello necesita una mediación para llegar a la capacidad de recepción humana. Dios se ha revelado. El amor de Dios es concreto y tiende a lo concreto. Por esto, se ha manifestado sacramentalmente: con signos, señales, palabras y acciones.



La liturgia cristiana también es lugar en el que esta visión de las cosas entre en contacto con la Biblia. Para ello, hay que vivir la liturgia en toda su profundidad y conectarla con la historia según las dos dimensiones del profetismo bíblico: La dimensión activa en la denuncia de las injusticias y La dimensión pasiva de espera de una etapa mesiánica en donde serán totales y sin mancha alguna la justicia y la paz.


En la experiencia litúrgica cristiana el hombre puede encontrar no sólo la inspiración y la fuerza para su lucha por la justicia, sino también una respuesta a sus grandes problemas existenciales y la liberación de todos los falsos absolutos e ídolos.

ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO EN LOS SACRAMENTOS



En los sacramentos realizamos el más íntimo de los contactos con Dios a proporción de la firmeza y seguridad que haya despertado en nosotros la palabra de la fe recibida de nuestro divino y bondadoso interlocutor.

Los sacramentos no han de considerarse como una medicina objetiva, separada de la divina causalidad, pues son, en realidad, la presencia operante de Dios, quien nos asegura su acción salvadora y santificadora. Lo que la Iglesia enseña acerca del opus operatum o acción sacramental, y de su primacía sobre la acción del que recibe el sacramento, pone claramente de manifiesto la graciosa presencia operante de Dios.

El encuentro sacramental con Dios no termina con la recepción del sacramento, aunque sea pasajera la presencia sacramental. Pues permanece la palabra del amor efectivo con que Dios ha tomado posesión de nosotros para siempre, exigiéndonos a cambio una permanente respuesta de obediencia y amor.

Los sacramentos no se agotan en una mera palabra, que exige una respuesta, sino que son palabras que realizan y confieren la salvación, y, como tales, se dirigen a la libre voluntad del hombre para darle un nuevo ser.




BIBLIOGRAFIA
       CIC 1212
       Conc. Vaticano II. Sacrosanctum Concilium, 59

       cf. CIC 1534 cf. CIC 1534)

Trabajo elaborado para la asignatura de Sacramentos
FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CATÓLICA DEL NORTE
ALFONSO CABRERA ALVAREZ - YEISON A PARRA RESTREPO